lunes, 23 de febrero de 2015

CONFUCIO



Les hablaré sobre un personaje importante e interesante. El nombre habitual de Confucio en chino mandarín es Kǒngzǐ, literalmente «Maestro Kong», aunque muchas veces se escribe «Kung Fu Tse». Una variante de este nombre, poco habitual actualmente, es Kǒng Fūzǐ, de la que se deriva el nombre tradicional en español a partir de la forma latinizada Confucius.

Procedente de una familia noble arruinada, a lo largo de su vida alternó periodos en los que ejerció como maestro con otros en los que sirvió como funcionario del pequeño estado de Lu, en el noreste de China, durante la época de fragmentación del poder bajo la dinastía Zhou.

Nació en el pueblo de Qufu en el antiguo estado de Lu, actual provincia de Shandong, en el seno de una familia de terratenientes nobles, el clan de los Kong. Su padre murió cuando Confucio tenía tres años y dejó a la familia en la pobreza. Confucio, a pesar de ello, recibió una esmerada educación. Siendo aún joven, trabajó para la administración del Estado de Lu. Su primer trabajo fue en los graneros estatales y llegó a alcanzar el rango de Ministro de Justicia. Dimitió del cargo años más tarde, ya que no estaba de acuerdo con la política que seguía el príncipe. Una de sus grandes influencias fue Zi Zhaan, primer ministro de Cheng, quien introdujo el primer código jurídico en China. También influyó en Confucio el escepticismo de su época en lo concerniente a la religión, pues a causa de haber sufrido muchas guerras se había perdido la fe en los dioses. A los 50 años comenzó sus enseñanzas. Viajaba solo de un lado a otro instruyendo a los contados discípulos que se reunían en torno a él. Su fama como hombre de saber y carácter, con gran veneración hacia las ideas y costumbres tradicionales, pronto se propagó por el principado de Lu, y luego a toda China.

La esencia de sus enseñanzas se condensa en la buena conducta en la vida, el buen gobierno del Estado (caridad, justicia, y respeto a la jerarquía), el cuidado de la tradición, el estudio y la meditación. Las máximas virtudes son: la tolerancia, la bondad, la benevolencia, el amor al prójimo y el respeto a los mayores y antepasados. Si el príncipe es virtuoso, los súbditos imitarán su ejemplo: gobernante/súbdito, marido/mujer y padre/hijo. Una sociedad próspera sólo se conseguirá si se mantienen estas relaciones en plena armonía. La base de la doctrina confuciana es recuperar a los antiguos sabios de la cultura china e influir en las costumbres del pueblo. El maestro Kung fue el primero que reunió a un grupo de discípulos provenientes de distintos principados para formarlos adecuadamente en el buen gobierno. Junto con las medidas a tomar que ya había formulado en su época de joven funcionario, propuso llevar a la práctica sus ideas basándose en el respeto de las Tres Dinastías y recuperar la política del Duque de Tcheu. Confucio confiaba en que un príncipe siguiera sus indicaciones. De este modo, al final de un ciclo de doce meses, se habría logrado algún resultado; en tres años, su proyecto social se habría consumado a la perfección. Podemos resumir la doctrina confuciana en una serie de mandatos que deberían ser los principales deberes de todo hombre de gobierno:

- Amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana.
- Por este motivo, debe servirse en primer término con soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador.
- Cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la perfección.
- En la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del «Justo Medio».
- Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy sutiles y fáciles de perder.
- Practicar los deberes de las cinco relaciones sociales (explicadas más abajo).
- Tener por objeto final la paz universal y la armonía general.


En el poco legado escrito que dejó, las Analectas, una colección de conversaciones con sus discípulos, vemos que basaba toda su filosofía moral en una enseñanza central: el ren (jen), que es la virtud de la humanidad y a su vez está basada en la benevolencia, la lealtad, el respeto y la reciprocidad. Estos valores son imprescindibles en las relaciones humanas, que Confucio describió:
- Entre gobernador y ministro.
- Entre padre e hijo.
- Entre marido y mujer.
- Entre hermano mayor y hermano menor.
- Entre amigos.


Estas relaciones tienen, además, una característica principal: el superior tiene la obligación de protección y el inferior, de lealtad y respeto. En último término, todas las personas están sujetas a la voluntad del Cielo (tiamchi; t’ien-chih), que es la realidad primera, la fuente máxima de moralidad y de orden. No es el tema de especulación, pero en cierto modo está relacionado mediante el ritual. En algunos textos es sinónimo de Shang-ti, el señor supremo. El Emperador gobernaba por mandato del Cielo. No obstante, todo lo que Confucio quiso llevar a cabo no era nuevo, sino que correspondía, como él mismo confesaba, a lo ya dicho por una larga tradición de sabios. Sus ideas estaban basadas en una herencia espiritual que la escuela de los ru o letrados, y más concretamente el mismo Confucio, habían compilado y sistematizado de forma sublime. También, se atribuyen a Confucio los «Cinco Clásicos», que aparecieron con posterioridad a la muerte del maestro. Tras ésta, su obra y su vida se convirtieron en objeto de culto y generaron todo un paradigma en torno a sus enseñanzas, las cuales, alcanzan nuestros días.

Lo que me llama la atención de Confucio, es la Moral que surca todos los aspectos de la vida, y además, el hecho de aplicar esta Moral en la práctica y no quedarnos sólo con las buenas intenciones. Lamentablemente nunca Confucio encontró a ese Emperador o Primer Ministro, que pusiera en práctica todas las enseñanzas filosóficas y morales que propugnaba este gran Maestro. Sin embargo, nos dejo su legado para que nosotros aprendamos de sus elevadas enseñanzas. Confucio nos dice que seamos mejores personas, buenos y correctos con los demás, un espejo para que los demás se reflejen en nosotros y viceversa. Es otra manera de llegar a esa Trascendencia y Eternidad con la cual llegaremos ya sea tarde o temprano.

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