sábado, 28 de febrero de 2015

GOTTFRIED WILHELM LEIBNIZ



Les comentaré de un personaje que si bien es más conocido en el ámbito de las Matemáticas y Ciencias, sin embargo, hizo aportes importantes tanto a la Filosofía como la Metafísica. Deseo que conozcan su historia.

Gottfried Wilhelm Leibniz, a veces von Leibniz (Leipzig, 1 de julio de 1646 - Hannover, 14 de noviembre de 1716) fue un filósofo, lógico, matemático, jurista, bibliotecario, diplomático y político alemán. Fue uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, y se le reconoce como "El último genio universal". Realizó profundas e importantes contribuciones en las áreas de metafísica, epistemología, lógica, filosofía de la religión, así como a la matemática, física, geología, jurisprudencia e historia. Incluso Denis Diderot, el filósofo deísta francés del siglo XVIII, cuyas opiniones no podrían estar en mayor oposición a las de Leibniz, no podía evitar sentirse sobrecogido ante sus logros, y escribió en la Enciclopedia: "Quizás nunca haya un hombre leído tanto, estudiado tanto, meditado más y escrito más que Leibniz... Lo que ha elaborado sobre el mundo, sobre Dios, la naturaleza y el alma es de la más sublime elocuencia. Si sus ideas hubiesen sido expresadas con el olfato de Platón, el filósofo de Leipzig no cedería en nada al filósofo de Atenas. "De hecho, el tono de Diderot es casi de desesperanza en otra observación, que contiene igualmente mucho de verdad: "Cuando uno compara sus talentos con los de Leibniz, uno tiene la tentación de tirar todos sus libros e ir a morir silenciosamente en la oscuridad de algún rincón olvidado." La reverencia de Diderot contrasta con los ataques que otro importante filósofo, Voltaire, lanzaría contra el pensamiento filosófico de Leibniz; a pesar de reconocer la vastedad de la obra de éste, Voltaire sostenía que en toda ella no había nada útil que fuera original, ni nada original que no fuera absurdo y risible.

Ocupa un lugar igualmente importante tanto en la historia de la filosofía como en la de las matemáticas. Inventó el cálculo infinitesimal, simultánea e independientemente de Newton, en la actualidad y su notación es la que se emplea desde entonces. También inventó el sistema binario, fundamento de virtualmente todas las arquitecturas de las computadoras actuales. Fue uno de los primeros intelectuales europeos que reconocieron el valor y la importancia del pensamiento chino y de la China como potencia desde todos los puntos de vista.

Nació el 1 de julio de 1646 en Leizpig, (Alemania). Hijo de un profesor de filosofía. Cursó estudios en universidades de su ciudad con apenas quince años, donde conoce el pensamiento aristotélico, platónico y escolástico, así como con la filosofía de Descartes, posteriormente los continuaría en Jena y Altdorf. En 1666 fue premiado con un doctorado en leyes, además de trabajar para Johann Philipp von Schönborn, arzobispo elector de Maguncia. Declinó la oferta de dedicarse a la enseñanza en la universidad y orientó su vida a la carrera política y diplomática.

En 1673 se trasladó a París, donde pasó tres años y además visitó Amsterdam y Londres, donde se dedicó al estudio de las matemáticas, la ciencia y la filosofía. En 1676 traba como bibliotecario y consejero privado en la corte de Hannover y hasta la fecha de su fallecimiento estuvo al servicio de Ernesto Augusto, duque de Brunswick-Lüneburg, más tarde elector de Hannover, y de Jorge Luis, elector de Hannover, después Jorge I, rey de Gran Bretaña. Su contribución al mundo de las matemáticas consistió en enumerar en 1675 los principios fundamentales del cálculo infinitesimal. En 1672 inventó una máquina de calcular capaz de multiplicar, dividir y extraer raíces cuadradas. De sus obras filosóficas destacan: Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal (1710), Monadología (1714; publicado en latín como Principia Philosophiae, 1721), y Nuevo tratado sobre el entendimiento humano (1703; pub. 1765). Gottfried Leibniz falleció el 14 de noviembre de 1716 en Hannover.

Después de esta breve reseña de su vida, nos centraremos en su pensamiento filosófico.

Se puede afirmar que la metafísica de Leibniz es la teoría de las mónadas, la cual desarrolla en su libro con ese mismo título. En primer lugar, la mónada es substancia como realidad en si y por si, pero no como contenido del pensamiento, que no es substancia extensa, porque la extensión para este filósofo es el orden de las substancias. Las mónadas no son materiales, ni extensas, ni divisibles, ni duales; son únicas y no se pueden tampoco identificar con los átomos, porque los átomos son materiales y extensos y hasta divisibles, porque de acuerdo al cálculo infinitesimal, como substancias extensas siempre serán divisibles. La mónada sólo puede ser fuerza, energía, vigor. Pero esa fuerza no es material como la conocemos en nuestra experiencia sensible, que es definida por la capacidad de un cuerpo para poner a otro en movimiento. Su fuerza es la capacidad de obrar, actuar.

La mónada es substancia activa, psíquica, la capacidad de variar nuestro estado interno. La mónada es individual y jamás puede ser igual a otra, además es simple y tiene percepción y apetito, o sea que tiende a pasar de una percepción a otra. La mónada es la realidad metafísica que denominamos yo, que se rige por una ley espontánea contenida en ella misma y no recibe nada del exterior; y en cualquier instante de su realidad contiene una reducción del mundo entero, todo el pasado y todo el porvenir. Cada mónada es un reflejo universal oscuro y confuso desde la perspectiva individual. Hay mónadas que perciben y también aperciben o sea que tienen conciencia que están percibiendo; tienen apercepciones y memoria y se las denomina almas, que en la jerarquía metafísica les corresponde un plano superior al de las mónadas que sólo perciben, sin tener conciencia, ideas confusas. Por ejemplo, no tenemos conciencia de la serie de cada uno de los sonidos que conforman el ruido que hacen las olas del mar, sino del conjunto; y continuamente percibimos cosas sin darnos cuenta de ello. Leibniz llama espíritus a las almas o mónadas que tienen la facultad de intuir las verdades de la razón.

En el punto más alto de la jerarquía de las mónadas está Dios, que es la mónada perfecta, donde el mundo se refleja desde todos los puntos de vista. Dios crea las mónadas poniendo en ellas la ley de la evolución interna para que estén en correspondiente armonía entre sí, o sea que entre las mónadas hay una correspondencia armónica preestablecida por Dios. En el acto de la creación, cada mónada recibe su esencia individual con la capacidad de desenvolver su propia esencia sin necesitar que acciones fuera de ella puedan influenciarla. La teoría de Leibniz de la armonía preestablecida es optimista, porque el universo de las mónadas creado por Dios es el mejor posible, el más perfecto. Pero esta teoría tropieza con la realidad del mundo, que siempre ha estado demasiado lejos de ser perfecto. Para explicar esto, Leibniz escribe en su libro Teodicea o justificación de Dios, donde se esfuerza en demostrar que los males del mundo son necesarios, porque es ineludible que en cualquier mundo haya mal y éste es el que tiene el mal menor.

Hay tres razones por las que no puede haber un mundo sin mal:

- El mundo es limitado,

- Es material, y por serlo está sometido a la privación, el defecto y el mal.

- El mal moral es condición para la existencia del bien moral, que es el triunfo de la voluntad moral contra la tentación y el mal.

Para Leibniz, para que haya bien tiene que haber mal. Leibniz reflexiona que tal vez haya esperanza de un mundo mejor, cuando hasta el último de los hombres haya logrado despertar de la inconsciencia, haya podido deshacerse de la ignorancia y haya aprendido a ver la verdad de la razón.

Leibniz se sostiene en 7 puntos fundamentales su filosofía metafísica:

- Identidad/Contradicción. Si una proposición es verdadera, entonces su negación es falsa, y viceversa.

- Identidad de los Indiscernibles. Dos cosas son idénticas si y sólo si comparten las mismas propiedades.

- Principio de Razón Suficiente. "Debe existir una razón suficiente (a menudo sólo por Dios conocida) para que cualquier cosa exista, para que cualquier evento se produzca, para que cualquier verdad pueda obtenerse."

- Armonía Preestablecida. "La naturaleza apropiada de cada sustancia hace que lo que le ocurre a una corresponda a lo que le ocurre a las otras, sin que sin embargo actúen entre ellas directamente." (Discurso sobre la metafísica, XIV). "Un vaso que se cae se hace añicos porque 'sabe' que ha tocado el suelo, y no porque el impacto con el suelo lo 'compela' a partirse."

- Continuidad. Natura non facit saltum (La Naturaleza no procede por saltos). Un concepto análogo en matemáticas a este principio sería el siguiente: Si una función describe una transformación o algo a lo cual se aplica la continuidad, entonces su dominio y su rango serán ambos conjuntos densos.

- Optimismo. "Indudablemente Dios siempre elige lo mejor."

- Plenitud. "El mejor de los mundos posibles actualizaría cada posibilidad genuina, y el mejor de los mundos posibles contendrá todas las posibilidades, con nuestra experiencia finita de la eternidad que no provee razones para disputar la perfección de la naturaleza."

A la conclusión que llego con este notable hombre, es una filosofía ecléctica que concilia la matemática con los diferentes sistemas filosóficos existentes en base a una armonía esencial, es valorable. Y tiene sentido por el hecho de que Leibniz nos dice que el Mundo tiene algo que va más allá de lo meramente tangible, que hay un orden preestablecido, que hay un propósito y una finalidad. Si no hubiese dicha armonía, sería un mundo en caos que no sobreviviría por demasiado tiempo. La filosofía de Leibniz nos acerca a Platón, la Escolástica Medieval con el Racionalismo de esos siglos, y el es uno de sus más destacados representantes. Es interesante su contribución a los distintos ámbitos del conocimiento, y va en consonancia con el hecho de que nosotros necesitamos aquietar la mente, ordenar nuestras ideas, darle un propósito a nuestra existencia y trascender superando las metas que deseamos conseguir, para que lleguemos, tarde o temprano, a la Eternidad.

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